Una palabra, un gesto, una mirada… y el mundo se hace más hermoso. Lo que ayer nos parecía imposible, se hace, por el poder de esos ángeles, un simple obstáculo. Son esos ángeles también, esos héroes de los campos de batallas, los que tanto ayer como hoy lucharon para nosotros y a quienes debemos gran parte de nuestra libertad. Los ángeles son también esos predicadores de la Libertad, que nos permite que vivamos nuestros sueños; esos predicadores de la Justicia, que no tiene fuerte ni débil, esos predicadores de la fe, que nos dice otra vez que somos nada menos que hijos de Dios, hijos de la luz, hijos de lo infinito, hijos de lo sublime. Sí, a esos ángeles que pasan de incógnito por nuestras vidas, sin que los veamos, debemos nuestras vidas. En la Biblia, los milagros muy a menudo se hacen entre bastidores, lejos de las miradas, y sin que sepamos quién los hizo. Un ángel pasa, se dice, en el silencio de una conversación, entre dos palabras, como para dar mas aire a nuestros intercambios y evitar que se ahoguen. No sabemos siempre quiénes son esos angeles que nos salvan. Y eso también nos libera. Debemos a todos, y por eso somos libres del poder de uno único. Ángeles fuimos cualquier día, sin saberlo. Los testimonios más grandes de la gracia de Dios, la que no deja de dar a la humanidad belleza, grandeza y brillo, son testimonios invisibles.
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