De tal manera que no siendo necesariamente algo único a la religiosidad cristiana, la vida espiritual está abierta a todos. La espiritualidad se define entonces de una manera más amplia como un proceso de integración de la existencia personal que llama a un trabajo de interiorización y de elaboración a partir de una búsqueda de sentido.
Así concebida, la espiritualidad en cuanto a búsqueda espiritual encuentra sus fuentes según cada caso, bien en un ámbito religioso, bien en un ámbito propiamente humano. Decir que la espiritualidad es una búsqueda viene a decir que no se considera como una adquisición, sino como una indagación indefinidamente abierta y conscerniente a la propia existencia.
¿Cómo acceder a ese ámbito de una espiritualidad abierta? Sin duda un distanciamiento será necesario de una religiosidad ya fijada de antemano. Se trata de comprometerse con una vía de profundización personal más allá del camino convencional. La religión ciertamente es un elemento necesario y estructurante, pero que no demanda ser necesariamente restrictivo, encerrado en una serie de repeticiones ya fijadas en dogmas o en formulaciones de antaño. ¿Acaso en su esencia la religión verdadera no es siempre un llamado a la apertura de espíritu?
¿Acaso la figura del Nazareno nos dice algo diferente de esa liberación no sólo posible sino necesaria con respecto a las tutelas que traban el espíritu? Si hubo un hombre que se liberó de las convenciones encerradas en ellas mismas y de los legalismos, ¿no fue él?
Ese Jesús no pertenece a nadie, es de todos. Y cuando Gandhi se refirió a ello, lo que hizo fue testificar de algo en términos de humanidad y de universalidad. Ecce homo ( he aquí el Hombre)
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