Julian Mellado
Epicuro es quizás el filósofo griego peor malinterpretado y manipulado entre los pensadores de la antigüedad. Llamar a alguien « epicúreo » es indicar que es una persona depravada, amante el desenfreno y del placer hedonista. Pero se trata de una malinterpretación y también del uso que se hizo desde ciertos poderes para anular el pensamiento de Epicuro, mucho más peligroso de lo que parece.
Epicuro nace en la isla de Samos en el 341 a.c y muere en el 270 a.c. Fue un pensador original y de gran agudeza. Trató de averiguar cuál era el sentido de la vida y llegó a la conclusión que era ser feliz mediante « el placer ». Aquí se encuentra esa incomprensión del filósofo. Para Epicuro, el placer no era el desenfreno de las pasiones, sino todo lo contrario. El se refería a « los placeres el alma », la capacidad de pensar bien para vivir mejor. Entendía la filosofía, no como una especulación teórica, sino como el arte de vivir. la filosofía debía « curar » el alma. Estas expresiones necesitan un matiz: Epicuro no era dualista, pues era discípulo de Demócrito que le introdujo en un pensamiento ciertamente materialista. El alma era más bien, las facultades superiores del ser humano, su pensamiento y sentimiento.
No creía en la política, donde veía demasiada corrupción y ambiciones absurdas. (al contrario de la actitud de otros filósofos). Por ello creó una comunidad, que llamaba « el Jardín », donde cada cual podía acercarse y descansar en un ambiente de solaz, amistad y libertad. Admitía a hombres y mujeres en igualdad de condiciones. Para Epicuro el regalo más grande que un ser humano puede disfrutar es la amistad.
Buscó crear pues, una lugar donde se diera una amistad lejos de los intereses personales. El placer que se podía encontrar en « el Jardín » era de tipo intelectual. Se juntaban libremente para discutir, argumentar, desarrollar relaciones personales lejos de las exigencias de « la buena sociedad ».
Epicuro era de costumbres austeras, comía lo más sencillo que había, nada de comidas frondosas y ambientes para exaltar las pasiones ocultas. Entonces ¿qué había de peligroso en su pensamiento?
Ya en su tiempo fue manipulado y despreciado debido a otras características de su pensamiento. Después la Iglesia trató de presentarlo como un « filósofo maldito », y se esforzó para hacer desaparecer sus obras. No todo fue destruido, y lo que nos ha llegado es suficiente para mostrar lo molesto que era para las sociedades marcadas por la Religión.
En otras palabras, lo que no se soportaba de él, era sus opiniones sobre la Deidad y la inmortalidad. Sobre esto último, es fácil comprender que siendo seguidor de Demócrito, Epicuro no creyera en una vida después de la muerte.
¿Era pues ateo?
Muchas veces se le presenta de esa manera. Cierto es que dio muchos argumentos para los escépticos de los siglos posteriores.
Pero Epicuro no era Diágoras (llamado el ateo). Su pensamiento era más sutil, y por ello más peligroso.
Epicuro no es ateo. ¿Cómo clasificarlo entonces?
Debemos ver dos declaraciones claves que nos ha llegado donde comprenderemos su punto de vista.
La primera declaración ha sido presentada constantemente a lo lardo de los debates sobre Dios hasta el día de hoy, lo que demuestra la sutileza del pensador griego.
» ¿Está dispuesto Dios a prevenir la maldad, pero no puede?
Entonces no es omnipotente.
¿Puede hacerlo, pero no está dispuesto?
Entonces es malévolo.
¿Es capaz y además está dispuesto?
Entonces, ¿de dónde proviene la maldad?
¿No es capaz ni tampoco está dispuesto?
Entonces, ¿por qué llamarlo Dios? »
David Hume en el siglo XVIII decía que las preguntas de Epicuro seguían sin ser respondidas satisfactoriamente y seguían presentando un verdadero desafío. (Diálogos sobre la religión natural)
Lo que el filósofo presentaba era algo que todo el mundo constataba, la existencia del Mal, a veces de manera desmesurada y sin sentido. Sin embargo esto no hizo de Epicuro un ateo al uso, tal y como lo entendemos hoy. Lo que el sabio de Samos quería abordar, era cómo se vivía la religión en su tiempo. Una mezcla de devoción y de miedo. Un miedo a ofender a los dioses, de no hacer las cosas como ellos quieren. La religiosidad vivida desde el terror, o del respeto exagerado. Para Epicuro, todo ello era una manifestación de esclavitud interior. Por ello escribió este segundo texto, como consecuencia del primero:
» ¿Dioses? Tal vez los haya. Ni lo afirmo ni lo niego, porque no lo sé
ni tengo medios para saberlo.
Pero sé, porque esto me lo enseña diariamente la vida,
que si existen ni se ocupan ni se preocupan de nosotros »
Esto convierte a Epicuro más bien en una especie de agnóstico, un escéptico y hay quien ve en él, un proto-deista.
La idea del filósofo es que si los dioses no se ocupan de nosotros, no debemos temerlos.
Y aquí encontramos otra idea peligrosa de Epicuro: sus ideas emanan de observar la vida misma.
Esto chocaba con los filósofos de su tiempo y de los posteriores, quienes erigían unos pensamiento y unas creencias muy sofisticadas sobre los dioses o dios. Epicuro desarrollaba una pensamiento existencial.
Se convirtió en un pensador peligroso para todos los dogmatismos religiosos y filosóficos. Su idea sobre el sentido de la vida y el placer vino como anillo al dedo a sus detractores para presentarlo como un hedonista y un libertino.
Pero Epicuro era alguien que amaba la vida, quería comprenderla, deseaba liberar a quien le escuchara de los temores que tenían aprisionados a gran cantidad de ciudadanos. No amaba la política ni los negocios, donde él encontraba el verdadero lugar de los desenfrenos. Pensó en la Divinidad, y trató de plantear preguntas claves, que ayudaran a la reflexión. Para él sólo había una vida que se podía constatar su existencia, esta vida, el aquí y ahora.
Fue lo suficientemente lúcido para no afirmar ni negar, lo que no podía conocer. A la vez, que desde lo que conocía, negar la intervención en los asuntos humanos de la Divinidad. (sea como se entienda)
Epicuro fue un hombre que amó la vida y quiso pensarla.
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